martes, 22 de noviembre de 2011

Pide, pide y pide



La mejor vendedora del mundo no tiene el menor inconveniente en que digan que es una niña.
Eso se debe a que, desde que tenía trece años, Markita Andrews ha ganado más de ochenta mil dólares vendiendo galletas.
A fuerza de ir de puerta en puerta después de la escuela, una chiquilla angustiosamente tímida se transformó en asombrosamente extravertida cuando descubrió, a los trece años, el secreto de las ventas.
Su historia empieza con un deseo, un deseo al rojo vivo.
El sueño de Markita y de su madre, que trabajaba como camarera en Nueva York después de que su marido la abandonara cuando la niña tenía ocho años, era viajar por todo el mundo.
—Trabajaré lo que sea necesario para que puedas ir a la universidad —dijo un día la madre—. Y cuando te gradúes, tú ganarás suficiente dinero para que las dos podamos viajar por todo el mundo, ¿de acuerdo?
De modo que cuando Markita, a los trece años, leyó en su revista de las Niñas Exploradoras que la exploradora que vendiera más galletas ganaría un viaje alrededor del mundo para dos personas, con todos los gastos pagados, decidió vender todas las galletas que pudiera... más de las que nadie hubiera vendido jamás en el mundo.

Pero con el deseo solamente no basta y Markita sabía que si quería que su sueño se volviera realidad necesitaba tener un plan.
—Has de ir siempre vestida de forma adecuada, como una profesional —le aconsejó su tía—.
Cuando estés vendiendo galletas, has de vestir como corresponde, con tu uniforme de Niña Exploradora. Cuando vayas a visitar a la gente en una casa de apartamentos, a media tarde y especialmente los viernes por la noche, pídeles que te hagan un encargo importante. Sonríe siempre y sé siempre amable, no importa si te compran o no. No les pidas que te compren galletas, sino que hagan una inversión.
Muchas otras Niñas Exploradoras debieron querer hacer ese viaje alrededor del mundo y muchas debieron hacer un plan, pero sólo Markita salió con su uniforme todos los días después de clase, dispuesta a pedir y a seguir pidiendo que la gente invirtiera en su sueño.
—Hola, buenos días. Ayúdeme a realizar mi sueño. Estoy vendiendo las galletas que preparan las Niñas Exploradoras para reunir fondos para que mi madre y yo podamos hacer un viaje alrededor del mundo —decía al llamar a la puerta—. ¿No querría comprar una o dos docenas de cajas de galletas?
Ese año Markita vendió tres mil quinientas veintiséis cajas de galletas de las Niñas Exploradoras y ganó un viaje alrededor del mundo. Desde entonces ha vendido más de cuarenta y dos mil cajas de galletas, ha participado en convenciones de ventas a lo largo y ancho de los Estados Unidos, ha sido la estrella de una película de los estudios Disney sobre su propia aventura y ha sido coautora del best seller Cómo vender más galletas, Cadillacs, ordenadores... y cualquier otra cosa.
Markita no es más lista ni extravertida que otros miles de personas, jóvenes y viejas, con sueños propios. La diferencia está en que Markita ha descubierto el secreto de las ventas: pedir, pedir, pedir. Hay mucha gente que fracasa sin haber empezado, porque ni siquiera consigue pedir lo que quiere. El miedo al rechazo nos conduce, no importa qué vendamos, a rechazarnos y a rechazar nuestros propios sueños, mucho antes de que nadie más haya tenido
oportunidad de hacerlo.

Y todo el mundo está vendiendo algo.
—Todos los días uno se está vendiendo a sí mismo, a su maestro, a su jefe, a las personas nuevas que va conociendo —dijo Markita a los catorce años—. Mi madre es camarera y se pasa el día vendiendo bocadillos. Los alcaldes y los presidentes que tratan de conseguir votos se están vendiendo a sí mismos... Una de mis maestras favoritas era la señora Chapín, que convertía la geografía en algo interesante y eso, en realidad, es vender. Yo veo ventas por dondequiera
que mire. Vender forma parte de la vida de todo el mundo.
Hace falta coraje para pedir lo que quieres y tener coraje no quiere decir no tener miedo; es hacer lo que haga falta hacer, a pesar del miedo. Tal como ha descubierto Markita, cuanto más pides, más fácil (y más divertida) te va resultando la cosa.
Una vez, en un programa de televisión en directo, el productor decidió poner a Markita ante su desafío de ventas más duro. Le pidió que vendiera galletas de las Niñas Exploradoras a otro invitado al programa.
—¿No quisiera comprar una o dos docenas de galletas de las Niñas Exploradoras? —le preguntó ella sin más ni más.
—¿Quieres que yo te compre galletitas de las Niñas Exploradoras? —se burló el hombre—. ¡Yo soy guardián de la Penitenciaría Federal, y todas las noches me ocupo de que dos mil ladrones, violadores, criminales, contrabandistas y otros delincuentes se vayan a acostar a la hora debida!
Inmediatamente, sin dejarse impresionar, Markita le respondió:

—Señor, tal vez si usted probara una de estas galletas no sería tan mezquino, quisquilloso y malvado. Además, me parece que sería una excelente idea que les llevara también algunas a cada uno de sus dos mil prisioneros, ¿sabe? —le sugirió finalmente.
El guardián de la penitenciaría le firmó un cheque.

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