domingo, 16 de octubre de 2011

ESTUDIANTES SIN VOCACIÓN DEFINIDA


Algunos por no decirlo todos nos hemos preguntado alguna vez :¿Estudiaré Medicina o Artes?, ¿seré filósofo, arquitecto, biólogo marino o técnico en refrigeración?" Muchos estudiantes entran a las universidades cuando aún les rondan este tipo de preguntas, pues no han tenido orientación en el bachillerato y deben batallar entre las expectativas de sus padres y maestros, sus gustos y el promedio de notas. Por esa razón, algunos jóvenes se quedan sin estudiar o entran a una facultad y a mitad de camino deciden cambiar de carrera. El asesoramiento en la materia no debe dejarse para última hora  y aqui les contare algunas historias reales de jóvenes  a los que les sucedió:
Historia 1:    



Siguiendo los pasos de su papá, Wilfred Guerra estudiaba los últimos semestres de Ingeniería de Materiales en la Universidad Central de Venezuela, cuando vio la primera obra de teatro de su vida. Y entonces él, tan bueno para los números, ingresó en una escuela de arte dramático y decidió abandonar -con el grito en el cielo de sus padres- la carrera formal por la pasión artística. Sin embargo, demasiadas eran las posiciones en su contra y nunca pudo montarse en las tablas. Terminó trabajando (con gran éxito económico) en algo que sabía hacer desde pequeño: leer el tarot.

Historia 2: 


Eloy Antúnez quería estudiar Medicina, pero no le daba el promedio, y perdió un año en el intento. Así que optó por Radiología, pensando que era un buen trampolín para llegar a la carrera de sus sueños. Empezó a estudiar, y aunque tenía excelente promedio, no logró la aspiración del cambio. Se graduó, trabajó y se dio cuenta de que no le gustaba el mundo de los hospitales, y que tampoco hubiese sido un buen médico. Entonces presentó la prueba interna para ingresar a la Facultad de Ingeniería y actualmente estudia, muy feliz.

¿Cuánto dinero perdió el Estado venezolano en la educación de Wilfred y Eloy? ¿Cuánto se hubiese podido ahorrar si ambos jóvenes hubieran recibido en su momento la orientación adecuada para conjugar vocación, intereses, aptitudes y promedio de calificaciones? Lo mismo sucede con los cientos de jóvenes que presentan exámenes en muchas facultades y universidades, y que se someten a un innecesario estrés que podría resolverse si estuvieran más claros en sus aspiraciones y posibilidades.


La Ley Orgánica de Educación reza que "todas las personas tienen derecho a recibir una educación, conforme con sus aptitudes y aspiraciones, adecuada a su vocación y dentro de las exigencias del interés nacional o local". ¿Realmente se cumple este artículo?

Asesoría a tiempo
La escuela de Psicología de la Universidad Central de Venezuela cuenta desde 1982 con una interesante experiencia: el Servicio de Asesoramiento Psicológico, SAP, ubicado en los galpones frente a la Facultad de Farmacia. Este servicio está abierto a todo el público, especialmente a los estudiantes de bachillerato (a partir de los 12 años) y a la población estudiantil flotante.

Aglaia Morakis y Mercedes Baltasar, coordinadoras del departamento, explicaron que el primer motivo de consulta es el problema vocacional, lo cual determina cuánta necesidad de asesoramiento existe entre los jóvenes.

Según Morakis, "los bachilleres eligen una carrera en forma apresurada, sin considerar intereses, aptitudes e información del mercado". Tal situación genera real angustia, porque las limitaciones de cupo hacen que muchos tomen caminos equivocados.

La psicóloga sostiene que no debe esperarse a 5° año de bachillerato para hacer el estudio vocacional; de hecho, el servicio atiende de manera individual a los estudiantes de 3° o 4° años, pues mientras más temprano, es más efectivo el asesoramiento vocacional. Muchos son los expertos que piensan que esta orientación debe brindarse desde el preescolar.

La evaluación vocacional que hace el SAP requiere de unas 14 semanas, porque es un proceso que tiene que ver con la elaboración de un proyecto de vida, puesto que es una decisión que tiene relación con todo el futuro del joven. El proceso comienza por abrirle el abanico de posibilidades al estudiante; es decir, si llega diciendo que va a estudiar Medicina y más nada, está eliminando alternativas, y es necesario que visualice toda la gama de opciones.

Los mayores problemas de los muchachos que solicitan ayuda al SAP es que tienen un desconocimiento total de las carreras y se dejan llevar por ideas preestablecidas de asociar determinadas profesiones con el prestigio social. De esa forma, sufren los que no tienen promedio para cursar las carreras "socialmente aceptadas", y sufren también quienes tienen alto promedio pero quieren estudiar una profesión no tradicional.

Para estudiar los casos, los psicólogos del SAP toman en cuenta las características internas del muchacho: su sistema de valores, creencias, aptitudes e intereses. Esto se pone en función de la realidad: el índice de notas del estudiante, si es el que necesita para la carrera que eligió o deberá probar una carrera afín; además de sus posibilidades económicas. Se le proporciona información sobre las profesiones, el mercado de trabajo y las características de la labor. Sucede que muchos quieren ser médicos, porque se imaginan el prestigio de la bata blanca, "pero cuando llegan a tercer año y saben que van a pasarse la vida metidos en un cuartucho con mal olor, no soportan la idea", relata la galeno Mercedes Schnell.

La psicólogo Irene Ferreira, quien ofrece asesoría a los estudiantes en el SAP, indica que el mayor obstáculo con el que se enfrentan al comienzo es el poco conocimiento que tiene el joven de sí mismo, por lo que confunde inclinaciones, destrezas y no tiene visión de futuro. También predomina la desinformación sobre ofertas y demandas de las carreras. "Debería tener orientación, incluso, antes de elegir entre las menciones de ciencias o humanidades", señala.


UN PUNTO MUY IMPORTANTE: EL PAPEL DE LA FAMILIA

Ante la psicóloga, Selena está segura: Artes y más nada. La mamá, a su lado, pega el grito en el cielo: "Convénzala, doctora, que esa no es la carrera. Ella que es tan buena con las computadoras".

Muchas veces son los padres quienes obstaculizan la decisión del hijo, explica la psicólogo Marta Queralt, quien ejerce de manera privada. Sostiene que numerosos padres inducen profesiones y no les permiten explorar su verdadera vocación. Por eso a veces se gradúan en la carrera que les impusieron y no ejercen esa profesión o son profesionales insatisfechos. "Muchos muchachos se acomodan para tener un estatus en la casa y por eso estudian lo que sus padres valoran. Es como si les fueran desconectando los cables de su propia imagen, para conectárselos a la imagen de afuera. Pierden el disfrute de sí mismos, tratan sólo de sobrevivir".

Hay padres a quienes les asusta que a sus hijos les guste mucho el arte, el deporte, la música o una carrera que creen que no les va a dar dinero. Sienten que el éxito está relacionado con una profesión universitaria tradicional. "Hay muchas creencias falsas sobre las profesiones, que contaminan la decisión de los estudiantes", afirma.

Queralt cuenta el caso de un muchacho que decidió ser técnico en sonido (no ingeniero) y hoy en día tiene una exitosa empresa en España. "Los padres deben tener claro que si alguien hace lo que le gusta tendrá éxito, les deben decir a sus hijos que les va a ir bien en lo que escojan". A veces, por temor, les comentan que en esa carrera fracasarán o no ganarán dinero, y ese es un mensaje que los descalifica, que luego los hace fracasar en la profesión escogida o que los obliga a elegir algo sólo por llevar la contraria.

En algunos casos, el estudio elegido les empieza a generar estrés, porque creen que sus recursos no son suficientes, entonces se cambian a otra facultad, y a otra, creyendo que será más fácil.

Un padre profesional en determinada área que se siente frustrado si su hijo no estudia lo mismo, muchas veces no puede ver que sí hay posibilidad de éxito en otra profesión. "Hay que darle un permiso al hijo para encontrar su misión en la vida: eso que haría aunque no le pagaran por ello. El muchacho debe aceptarse en sus inclinaciones, y saber que si tiene obstáculos para alcanzarlas, debe vencerlos. Que alguien sea bueno en matemática no significa que estudie ingeniería, porque puede gustarle el arte; pero si le gusta y no lee mucho, debe saber que debe hacerlo".

Mudar de carrera

Como en el caso de Eloy Antúnez, la solución de entrar en una carrera de poca demanda para mudarse a una de las carreras de alto índice, no es una solución y muchas veces se convierte en un dolor de cabeza para los jóvenes: no se sienten bien estudiando, por ejemplo Filosofía, pero tampoco ingresan a su sueño, Comunicación Social. Los cambios de carrera no son tan fáciles en las universidades.

En la Universidad Central de Venezuela ese mecanismo, que se usó mucho hace tiempo, como forma de ingreso por los "caminos verdes", se hace cada vez más cuesta arriba. Mercedes Schnell, médico y coordinadora de Asuntos Estudiantiles del Vicerrectorado Académico, explica que es casi imposible entrar a las carreras que tienen alta demanda usando el trampolín, pues estas escuelas apenas tienen destinado 10% del cupo para traslados. En carreras como Medicina entra aproximadamente 1 de cada 8 estudiantes de otras facultades. Además, sólo se permite hacer un único cambio durante la vida académica. "La resolución 158 está hecha para permitir el cambio a aquellos estudiantes que ingresan y se equivocaron de vocación, pero es muy difícil que se otorgue, pues se requieren buenas calificaciones, y un estudio vocacional exhaustivo, hecho por personal de la Oficina de Bienestar Estudiantil".

Explica que el cambio se da preferiblemente a estudiantes que lleven poco tiempo cursando la carrera, porque los que ya están terminando pueden usar ese mecanismo para evadir el cobro que la universidad hace a los graduados que cursan una segunda carrera.
 

¿Qué voy a ser?

Gustavo Medina, de 19 años de edad, estudió bachillerato técnico, sin embargo, al graduarse presentó pruebas en carreras tan diversas como Psicología, Ingeniería Naval y Administración, pero no salió en ninguna de ellas. Estuvo un tiempo sin hacer nada. Ahora, tras dos años de espera, realizó un curso vocacional y redujo su panorama de opciones a Ingeniería o Finanzas. "Me di cuenta que no me gusta leer, entonces ¿cómo iba a estudiar Psicología?"
 
Perder tiempo

Giselle Arcos, de 19 años de edad, estudió 2 años de Ingeniería Eléctrica en la Universidad Nacional Experimental Politécnica (Unexpo) de Barquisimeto, aunque en realidad soñaba con estudiar Contaduría en la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado. "Lo usé como opción, para buscar el cambio que nunca se me dio. Salía muy mal, no me gustaba, nunca avancé, hasta que me salí y me vine a Caracas". Ahora está buscando cupo en Informática o Computación y ha hecho pruebas en la Universidad Central de Venezuela, en la Simón Bolívar y en varios institutos técnicos. Siente que está más definida gracias a la orientación y reconoce que su mamá la criticó mucho por su elección. "Ella nunca quiso que yo estudiara una carrera técnica, porque ella es médico y me decía que yo estudiaba eso por flojera".

  

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