lunes, 14 de noviembre de 2011

La señora de los muebles


La señora de los muebles
HISTORIA DE ÉXITOLos Muebles Maldonado son sinónimo de emprendimiento, lucha y perseverancia para lograr el éxito. «Mis muebles son como hijos, pues están fabricados con dedicación y cariño», señala Gladys Maldonado, quien ocupa la gerencia general de la empresa tras el fallecimiento de su esposo, don Encarnación.

A  los 14 años de edad, el joven Encarnación Maldonado llegó a  Lima proveniente de Cañete; más específicamente, de un pueblito llamado San Juan de Zúñiga. Lo hizo para trabajar en un taller de carpintería, donde aprendió todo sobre acabados de muebles.
Sin embargo, su adaptación  al ritmo de la capital no fue completa. «Mi esposo sufría a la hora del desayuno y del almuerzo. Mientras que en Cañete había una hora exacta para los alimentos, en la ciudad el escaso tiempo impedía la existencia de cualquier horario», recuerda   Gladys  Maldonado.
A pesar de que Encarnación solo contaba con una. educación mínima (estudios primarios), nunca se sintió menos que el resto. Todos los días, luego de trabajar en la carpintería, vendía (con un pariente) mazamorra en las calles;
i
ncluso en alguna oportunidad llegó a vender escobas.





Independización. Posteriormente, gracias a la ayuda de un amigo carpintero, don Encarnación logró aprender y perfeccionar su técnica de acabado de muebles. Tan buena fue su labor que una señora, al observar su trabajo, le dijo: Maldonado eres bueno, ¿por qué no trabajas solo? Puedo ver que lo harías bien». Él, un poco avergonzado, le indicó
que
no tenía la maquinaria ni el dinero suficiente para invertir en materiales y un local. Sorpresivamente, ella respondió: «No te preocupes, la próxima semana vaya comprar un compresor y materiales para tus acabados”.
Así, de forma inesperada, se presentó la oportunidad de tener un negocio propio. Nuestro protagonista se mudó a un local en el distrito de San Luis, donde tuvo a 15 trabajadores bajo su cargo, con pedidos cada vez mayores. «Mi esposo se diferenciaba de la competencia porqujamás ofrecía a sus clientes modelos similares; es decir, cada trabajo era exclusivo y de buena calidad», manifiesta orgullosa doña Gladys.
Duro revés. Otras de las aficiones de don Encarnación era criar cuyes. El interés por tener estos animales dentro del local de San Luis causó una tragedia a Muebles Maldonado. «A mi esposo se le ocurrió limpiar las jaulas de los roedores con un líquido inflamable, sin darse cuenta que había una vela prendida en la mesa. Por casualidad, la vela se cayó y provocó un incendio que acabó con todo el local. Prácticamente nos quedamos en la calle», recuerda con tristeza Gladys Maldonado.
Don Encarnación sufrió quemaduras en todo el" cuerpo, por lo que tuvo que estar internado tres meses en el hospital. Luego de salir de alta, la empresa no tenía local ni tampoco dinero, ya que no existían ahorros. Durante varios años, el fundador de Muebles Maldonado estuvo trabajando para otros carpinteros, siempre con el sueño de tener nuevamente un local, en el que pueda crear y sobresalir.
Pero el camino no era fácil; nadie le iba regalar un espacio ni dinero. Intentó alquilar locales, pero el dinero que debía invertir en materiales y las bajas ventas no le alcanzaban para cubrir la renta. Estuvo por todo Lima, deambulando tratando de salir adelante para llevar algo de comer a su familia.
La recuperación. Cuando parecía que toda posibilidad de éxito le era esquiva, un primo le sugirió mudarse a Villa El Salvador, al Parque Industrial, que en aquel entonces era un arenal ocupado tan solo por carpinteros de la zona. Doña Gladys no estaba muy convencida sobre la pertinencia de la iniciativa. «Yo pensé que no era buena idea ubicarse en el Parque Industrial. Sin embargo, mi esposo estaba totalmente convencido de que en ese lugar lograríamos el éxito. Afortunadamente no se equivocó», confiesa.Con el tiempo, don Encarnación estabilizó su negocio de muebles y comenzó a expandirse, pero esta vez con mayor responsabilidad y (sobre todo) guardando  “pan para mayo”.
Competencia desleal. Si bien Muebles Maldonado se ganó con el tiempo un amplio prestigio (a base de esfuerzo y  constante dedicacn), la competencia en Villa El Salvador fue desleal.
«Muchas personas me han preguntado si nosotros hacemos nuestros muebles, porque en otras tiendas les dijeron que ellos eran los verdaderos fabricantes de los muebles Maldonado. Además se corrió el rumor de que nuestros  productos son muy caros, debido a que nosotros hacemos publicidad en televisión.
E
sto es pura desinformación», señala  con incomodidad Gladys Maldonado.
Más adelante, a través de los comentarios de sus clientes y. trabajadores, nuestra entrevistada observó que los diseños de sus muebles habían dejado de ser exclusivos. Las tiendas dedicadas al rubro de muebles en Villa El Salvador comenzaron a copiar cada detalle de sus acabados, hasta la espuma del mueble. Pero así las otras tiendas copien mis  modelos, mis materiales provienen de empresas textiles que nos brindan exclusividad», revela doña Gladys.
Una empresa de éxito. En el año 2002, Muebles Maldonado se formalizó totalmente y vio consolidar su éxito, gracias al esfuerzo de Encarnación y Gladys Maldonado, así como de sus trabajadores. «Cuando mi esposo estaba en vida, él se dedicaba a la fabricación y acabados de los muebles. Yo me enfocaba en la administración y la capacitación del personal de ventas. Éramos un equipo muy unido», relata con sentida nostalgia doña Gladys.
Pero más allá de su trayectoria, Muebles Maldonado sigue creciendo en ventas año tras año, gracias al esfuerzo y empuje de la señora Maldonado. A pesar de la partida de su esposo y de su hija (murió en 2009), la señora Maldonado nunca renunció a su pasión empresarial y se ha erigido como la artífice de la consolidación de la firma.
La entrevista ha terminado. Da Gladys se despide con un abrazo mientras se sienta en un mueble fabricado por don Encarnación, con la tranquilidad de ser  “la señora de los mueblesdel Parque Industrial de Villa El Salvador.
                                                                                                                                              Por FERNANDO LÓPEZ 

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